23 Jun 2023 | Artículos
Hannah Arendt: una pensadora para entender el siglo XX
De origen judío, Hannah Arendt nació en Alemania en 1906 y murió en Estados Unidos en 1975. Entre sus diversos textos, sus principales obras son: Orígenes del totalitarismo (1951); La condición humana (1958); Eichmann en Jerusalén (1963).
En la primera obra, el pensador afirma que el totalitarismo sólo fue posible porque transformó lo humano en algo superfluo y desechable, porque diluyó los límites entre el espacio público y privado, restringiendo la libertad y la acción individual, aprovechando la soledad organizada de las masas.
Es en este libro donde emerge su famosa noción de ciudadanía: el «derecho a tener derechos», independientemente de la nacionalidad, orientación sexual, etnia o clase social. Todos los seres humanos tienen derecho a tener derechos.
En la obra La condición humana, Arendt aporta dos nociones importantes: «natalidad» y «amor mundi». Para escapar del autoritarismo de todo tipo, es necesario «nacer de nuevo» en cada discurso de resistencia, en cada reflexión profunda, en cada acción en el mundo. Sobre el segundo concepto, afirma que todos tenemos que amar al mundo para que los horrores de los campos de concentración no se repitan. Amar al mundo significa hacer política, en el sentido más profundo de ese término. Significa poner el bien público por encima del individuo y ver a cada ser humano como parte del todo. Para el filósofo, es posible que cada persona actúe para crear un mundo nuevo: más humano, más armonioso, más justo.
Finalmente, en la tercera obra, Hannah Arendt elabora su noción más conocida: la banalidad del mal. Cubriendo como reportera el juicio de Adolf Eichmann, un soldado nazi, llega a la conclusión de que este hombre no es un monstruo, alguien que parece desagradable a primera vista. Eichmann es un hombre común que no ve la gravedad de los crímenes que ha cometido. Alguien que valoraba la eficiencia y cumplía al pie de la letra las órdenes que recibía. Esta es la banalidad del mal: el individuo no es consciente de lo que está haciendo porque está «alienado» de su humanidad. Lo más aterrador, según el pensador, es darse cuenta de que este caso no es aislado, porque el mal banal está socialmente arraigado de tal manera que muchas personas cometen crímenes o actos inmorales sin sentirse responsables de ello.