La mayoría de las personas adultas pasan más tiempo trabajando, o buscando trabajo, que haciendo cualquier otra cosa. Aun así, muchos de ellos tienen una relación neutra, es decir, ni buena ni mala con el trabajo, viéndolo como un simple medio de supervivencia o una obligación.

La gente no siempre puede encontrar alegría y satisfacción en su trabajo, eso lo sabemos todos. Pero, ¿qué podemos decir cuando un número significativo de adultos ha presentado síntomas de trastornos mentales como consecuencia de su relación con el trabajo?

Según un reciente informe de Veja Saúde, se calcula que el coste de los trastornos mentales en el mundo es de 3 billones de dólares (el PIB de Brasil ronda los 1,6 billones al año), atribuidos a la pérdida de productividad, así como a los síntomas depresivos, la ansiedad, el síndrome de burnout y el abuso de alcohol.

También según la encuesta, entre las categorías profesionales encuestadas en Brasil llamó la atención la de los profesores. Tras la pandemia, el 48% se sintió más cansado, el 60% declaró un empeoramiento de la ansiedad y el 33% pensó en pedir la baja laboral por problemas emocionales.

Hay que tomarse en serio la atención a la salud mental en el lugar de trabajo. Es necesario mejorar la forma de comunicarnos, afrontar los conflictos y el estrés de las exigencias, poner límites y apreciar el disfrute y el descanso. Así, tal vez, el trabajo pueda ser más inspirador. La salud mental de los trabajadores no debe guiarse únicamente por los efectos en los balances de las empresas, sino, sobre todo, por el bienestar de los empleados y la propia supervivencia de las organizaciones.

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