23 Nov 2022 | Artículos
¿Qué quiere decirnos la epidemia de ansiedad en los niños sobre la educación y la sociedad?
¿A cuántas pruebas de salud se somete normalmente el niño? Ya en el útero, pruebas sofisticadas pueden determinar si ella es portadora de algún síndrome genético; recién llegado al mundo, se realiza la «prueba del pie pequeño», que detecta una amplia variedad de enfermedades; y, más tarde, se recomiendan exámenes adicionales para verificar posibles dificultades motoras, visuales, auditivas o del habla. Los niños son evaluados preventivamente o ante el más mínimo problema en su desarrollo.
Recientemente, nos dimos cuenta de otro desafío: la ansiedad temprana ha alcanzado tal nivel de gravedad que el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de los Estados Unidos, un comité de expertos que monitorea y señala estrategias contra las principales enfermedades crónicas, ha recomendado que, a partir de los ocho años, todos sean examinados para detectar la enfermedad. presentar o no síntomas. Se estima que hasta el 30% de los niños se ven afectados por síntomas de ansiedad graves.
Esta situación no tiene precedentes en el mundo: pruebas masivas para el diagnóstico de un trastorno psicológico. Esto puede plantear muchas preguntas: ¿Estamos viviendo una epidemia? ¿Es transmisible la ansiedad? ¿Por qué los números están creciendo tan rápido? ¿Cuáles son las principales causas de este fenómeno? ¿Cómo afrontarlo?
No parece justo ni sensato ubicar el problema «dentro» de los niños, como los déficits personales. Muchos discursos intentan hacer esto describiendo una «generación copo de nieve», «frágil», «dispersa y desatenta», «que no puede hacer frente a las presiones y demandas». Si casi un tercio de los niños se ven afectados por síntomas de ansiedad graves, ¿podemos hablar sobre responsabilidades, fortalezas y debilidades individuales?
Sentimos, en gran medida, de lo que está socialmente disponible. Las familias más pequeñas, con redes de apoyo más pequeñas, en espacios de vida más limitados, en escenarios político-económicos inestables, con pandemias, guerras, la emergencia climática y la cultura digital de sobrecarga e hiperestimulación, ciertamente preparan un terreno favorable para la ansiedad. Necesitamos volver a poner en cultura e historia lo que vino de la cultura y la historia.
Reconocer esto implica hacer ajustes, ya que la ansiedad creciente y debilitante entre los niños debe significar algo sobre los aires que la sociedad en su conjunto ha estado respirando.
Cambiar la cultura comienza con cambiar la educación. Necesitamos urgentemente una educación que responda a estos desafíos, privilegiando, además de los contenidos tradicionales, la adquisición de habilidades emocionales. En este sentido, la educación socioemocional es un conjunto de conocimientos y prácticas de pedagogía, psicología, neurociencia, filosofía y sociología que lleva las emociones al aula, enseñando a los niños y jóvenes a hablar de ellas para resolver problemas, a calmarse, a cooperar y a convivir. Además de una amplia estrategia de prevención para muchas conductas de riesgo y trastornos psicológicos, la educación socioemocional representa hoy la esperanza de una sociedad más sana y feliz.